Bitácora de los socialistas de distrito Centro


Desde abajo
28 May 2013, 7:07 pm
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PedroJulianNavarroPor Pedro Julián Navarro. La crisis que afecta a la socialdemocracia, y por ende al PSOE, corre el peligro de convertirse en crónica y dejar de ser coyuntural. Los que actualmente deciden los designios de nuestro partido, los de arriba, encadenan una serie de inmovilismos, torpezas, falta de ambición, y otros componentes clásicos de lo que se conoce como indefinición. Los aciertos puntuales vienen dados por obligación ante la crisis, como es el diseño de la Conferencia Política de septiembre de 2013, basado en diálogos entre los militantes.

Las dudas que podamos tener sobre el resultado de este proceso, así como otras críticas legítimas respecto a los de arriba, no son ejercicios de deslealtad al partido como algunas y algunos se apresuran en señalar en una descarada defensa a los privilegios de su cargo. La deslealtad al partido estaría en todo lo contrario. Estaría en permanecer callados, inmóviles, sumisos al poder. En ser bases no pensantes, incapaces de generar críticas constructivas e incluso a veces destructivas. Si acabamos estando en el partido por lo que ellos parecen querer que estemos cuando nos llaman desleales, es decir, por el simple fanatismo  hacia unas siglas sin ningún razonamiento detrás, no habrá fortalecimiento ideológico real y la ciudadanía lo seguirá buscando en otra parte: seremos incapaces de transformar el mundo, que es la finalidad de la ideología que nos trajo aquí. Que no nos llamen desleales por compartir la desconfianza generalizada hacia las instituciones, de las que asimismo forman parte los de arriba, porque nosotros y nosotras también somos sociedad civil y seguimos observando las contradicciones a las que nos someten. Que no nos llamen desleales por atrevemos a exigir dentro del partido lo que con convicción exigimos fuera, porque no somos socialistas por tener impreso nuestro nombre en el carnet del partido, sino entre otras cosas por la sinceridad de nuestras acciones.

Existen compañeros y compañeras que, sin nada que ganar o perder, son capaces de defender las actuaciones de los de arriba con la misma determinación con la que otros las criticamos. Y es formidable que parte de nuestra riqueza esté (o debiera estar) en la libertad del debate interno. Es cierto que entre ellos y ellas, entre los de arriba, hay quienes se merecen estar ahí y representarnos. Incluso los hay quienes comparten el profundo deseo de cambio actual, de punto de inflexión a todos los niveles.

El problema está en que ese cambio que a veces nos prometen puede ser recibido como improvisado e incompatible con las cuestiones que en realidad nos preocupan, como miembros de la sociedad y como militantes. Es inconcebible, por ejemplo, que presuman de democracia interna, de que aquí todo se decide entre todos, cuando de la noche a la mañana se lanza la idea de cambiar el nombre del partido (Partido de los Socialistas Europeos). Se diría con este tipo de sorpresas que lo que se prepara es su nuevo proyecto ideológico, no el que se construye contando con la totalidad. Pero más allá de este tipo de atrevimientos, lo que debería preocuparnos es la falta de teoría en ellos. Ojalá estuviéramos dirigidos por líderes capaces de guiarnos intelectualmente sin apartarse de los conceptos socialdemócratas. Ojalá nos explicasen y nos hiciesen pensar, en referencia a esa defensa constante de cesión de soberanía, en las ventajas de delegar (o de vender) los poderes del Estado a instancias superiores. En cómo puede sobrevivir una verdadera política de izquierdas si las competencias para asegurar un nivel mínimo de bienestar dejan de estar bajo nuestro control. ¿Podría conseguirse a través de la agrupación de los partidos socialistas europeos?¿Estaríamos dispuestos a ceder democracia a cambio de una posible transformación de la Unión que hoy conocemos? En caso de efectuarse un salto tan tremendo en multitud de conceptos, seguirían habiendo cuestiones urgentes; necesitaríamos saber, antes de aceptar estas alteraciones, si un  grupo socialista europeo unificado con ambición reformista recuperaría los valores socialdemócratas barridos por el social-liberalismo durante los últimos años; si sería capaz de darle la vuelta a la situación y de colocar al capitalismo al servicio de la democracia; si creería posible resucitar a Keynes con todo lo que ello supondría… Porque cualquier paso que se alejase de estas premisas sería un paso en falso que convertiría en inútil este plan, dándonos de bruces con un escenario en el que la socialdemocracia  ya no tendría ninguna razón para existir.

En nuestras dudas no es aconsejable que caigamos en la presión de la inmediatez, en el terreno donde el sistema nos ha obligado a vivir durante las últimas décadas: un terreno en el que se buscan con urgencia las respuestas antes incluso de conocer las preguntas. En una época donde la información es inmediata, donde los acontecimientos se desencadenan con rapidez y las reacciones espontaneas rompen cualquier previsión, quien busque respuestas puede encontrarlas de todos los colores y en abundancia. Pero lo que en el fondo llevamos exigiendo desde hace meses no es que nos den cualquier tipo de respuestas, sino que primero se formulen las preguntas adecuadas. Lo que queremos es que los de arriba se cuestionen respecto a la situación actual, a cómo hemos llegado hasta aquí, a los fallos de un sistema que permite las injusticias y tragedias que se suceden. Lo que queremos son respuestas oportunas, las que surgen de las preguntas convenientes. Y de momento lo que les tenemos que soportar es el miedo (o quizá la incapacidad) a practicar la curiosidad y la investigación.

Mi intención no es decirles a los de arriba lo que tienen que hacer, pues ya están los resultados electorales, los sondeos y la movilización social para hacerlo. Lo que sí haré será luchar con razonamientos por el derecho a que yo, y cualquiera de mis compañeros y compañeras, tengamos la opción de hacerlo sin esperar a que nos llamen desleales. Comprendemos que estar arriba es hoy en día hacerse cargo de responsabilidades incompatibles con la calle, las plazas y las casas del pueblo: de entender la política más como una profesión que como una obra. Pero nosotros y nosotras tenemos la suerte de no vivir en los despachos. Tenemos la suerte de intentar transformar con absoluta libertad de pensamiento todo lo que nos lleva a la conclusión de que vamos al más categórico de los desastres. De trabajar por una política del mañana distinta a la de hoy. Esa es nuestra fuerza: les pedimos a los de arriba que no la desperdicien.

Pedro Julián Navarro es militante de la Agrupación Socialista de distrito Centro.


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